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domingo, 5 de abril de 2015

POEMAS DE Rosa María Roffiel Nacida en Veracruz, México



          “Mi poesía ha sido criticada – cuenta Roffiel –; me dicen que le falta mucho trabajo y que yo no soy poeta, con lo cual coincido, pero a mí lo que más me interesa es poner mi granito de arena para ampliar la conciencia de la gente, para que conozcan y respeten otras formas de amar y de ser y he tenido muchas satisfacciones. Mi poesía está en agendas, calendarios, se usa en talleres. Ha caminado sola”.




  Yo conozco tu locura porque también es la mía.

Somos locas rebeldes, 
locas de estar vivas, 
locas maravillosas, 
estrafalarias, floridas.

Ovejas negras 
descarriadas sin remedio, 
vergüenza de la familia, 
piezas de seda fina,
amazonas del asfalto, 
guerrilleras de la vida.

Locas de mil edades 
llenas de rabia y gritos, 
buscadoras de verdades, 
locas fuertes, 
poderosas, 
locas tiernas, 
vulnerables.

Cada día una batalla, 
una norma que rompemos, 
un milagro que creamos, 
para poder seguir siendo.

Locas solas, 
tristes, 
plenas.

Mujeres locas, intensas, 
locas mujeres ciertas.

Rosa María Roffiel
(México, 1945)





 Gioconda

Mi vulva es una flor,

es una concha,

un higo,

un terciopelo;

está llena de aromas, sabores, rincones,

es de color rosa,

suave, íntima, carnosa;

a mis doce años le brotó pelusa,

una nube de algodón entre mis muslos;

siente, vibra, sangra, se enoja, se moja, palpita,

me habla.



Guarda celosa entre sus pliegues

el centro exacto de mi cosmos,

luna diminuta que se inflama,

ola que conduce a otro universo.



Cada veinticinco días se torna roja,

estalla, grita;

entonces la aprieto con mis manos,

le digo palabras de amor en voz muy baja.



Es mi segunda boca,

mis cuatro labios;

es traviesa,

retoza, chorrea,

me empapa.



Le gustan las lenguas que se creen mariposas,

los penes solidarios,

la pulpa de ciruela femenina

o, simplemente,

las caricias venidas de mí misma.



Es pantera, gacela, conejo,

se ofrece coqueta si la miman;

se cierra violenta si la ofenden;

es mi cómplice,

es mi amiga,

una eterna sonrisa de mujer complacida.



Cántico

Me gustan las mujeres esdrújulas
sin brújula
sin mítica
con tónica

las que aman con las vísceras
las células
las glándulas

las rítmicas
intrépidas
impúdicas

las pérfidas
ingrávidas
poéticas
las mágicas
las lésbicas
lunáticas

Me gustas tú, Andrómeda,
erótica
magnífica
política
mujérica.




Quise ser hombre

Una vez quise ser hombre
para casarme con mi hermana
que ya lleva tres divorcios.
Para amar a mis amigas
que en cada relación mueren un poco.
Quise ser hombre
para fecundar sus vientres,
no de hijos, sino de poesía,
vino tinto, relojes parados,
unicornios azules.

Para decirle a Josefina
cuanto admiro su forma de entregarse.
Para escribirle a Rosi
esas cartas que no llegan nunca.
Llamar por teléfono a Pilar
que espera tantas tardes.
Llenar de caricias prolongadas
el espacio de Beatriz,
que vive sola
y le tiene miedo a los temblores.

Quise ser hombre,
para amarlas a todas y no sentir más
el frío de sus lágrimas en mi playera,
ni mirarlas apagarse,
ni presenciar sus funerales
en sus ataúdes de treinta años.

Quise ser hombre
para invitarlas a volar el periférico,
a bailar descalzas porque el América
le ganó al Guadalajara,
para llevarlas del brazo hasta una cama
donde no tengan que fingir orgasmos.

Pero soy mujer y, aunque puedo
compartir con ellas la poesía,
escribirles cartas,
llamarlas por teléfono,
llenarlas de caricias prolongadas,
volar el periférico,
bailar descalzas,
secar su llanto,
tocar su alma…

No es suficiente.
No les alcanza.

Porque, desde niñas, aprendieron
que los hombres son un premio al que hay que amar,
sin importar si ellos las aman.





    Clase de tejido

Me tejo un suéter
con el ovillo enredado
de tus recuerdos

me lo pongo
pero el frío
continúa

entonces quiero quitármelo
y me desgarro
a jirones

la vida.


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